En todo momento el pensamiento ágil debe estar en el corazón de las acciones que ejecutamos día a día
En un Open Space oí una frase de la que nosotros los que trabajamos en agilismo debemos estar totalmente convencidos: “Los instrumentos no hacen la música; la hacen las personas. Así mismo, las metodologías y las herramientas no hacen el agilismo; lo hacen los partícipes”.
Estamos viviendo una “scrumpida” en los proyectos, como lo diría un compañero de equipo en su blog. El hecho de utilizar herramientas ágiles no nos da el título de agilistas.
Para poder serlo, debemos cambiar el pensamiento que tenemos y comenzar a pensar en el proyecto a mediano y a largo plazo, siempre teniendo presente adónde queremos llegar. Conocer, respetar y vivir, los cuatro pilares del “Manifiesto ágil”, complementados con comportamientos humanos, nos proporcionan múltiples beneficios: equipos de trabajo altamente cohesionados, “cross-funcionales”, interdisciplinarios, felices y autogestionados, entre otros.
En Scrum, con el complemento técnico se pueden obtener entregas tempranas, productos funcionales e incrementales, desarrollos ágiles y de mejor calidad.
El agilismo no es una moda. A estas alturas, en el hiperciclo se podría pensar que está en la segunda curva de crecimiento; ya pasó el primer declive, que es cuando nos dimos cuenta de que para todo proyecto no aplica una sola metodología ágil y de que en muchos casos necesitaremos algunas herramientas más.
Ahora en casi todos lo proyectos ágiles se aplican las herramientas dependiendo de las necesidades y de los aspectos por mejorar.
En este punto, el manifiesto nos recuerda que “los individuos y las interacciones son más importantes que los procesos y las herramientas”. Son las personas las que deben tener un pensamiento ágil para poder usar las metodologías y las herramientas.
Así, en ocasiones algunas herramientas no satisfacen las necesidades y nos encontramos con una oportunidad para desarrollar otras basados en los aspectos por mejorar.
En la teoría esto suena muy bien; en la práctica tenemos que enfrentarnos a los verdaderos problemas. Hay muchas formas de afrontar estos retos, pero viéndolo desde lejos la estructura de solución casi siempre es la misma. Se realiza un análisis de los puntos críticos y se traza un mapa de mejoramiento; luego, se encuentran los aspectos por mejorar y se reconocen los objetivos.
Una vez se tenga esta información recopilada se empiezan a tomar acciones ágiles y a ejecutarlas de acuerdo con lo planeado. Es necesario dar un tiempo prudente de respuesta y evaluar la evolución.
En ese momento pueden ocurrir dos cosas: una, que las prácticas que estamos utilizando no funcionen, para lo cual tenemos que hacer un pausa y diseñar, planear un nuevo experimento, ponerlo en práctica y entrar nuevamente al ciclo de evaluación. la segunda cosa que puede ocurrir es que lo que hicimos funcione, pero siempre encontraremos más oportunidades de mejora.
Allí es cuando volvemos a adoptar las metodologías o utilizamos algunas herramientas. pero siempre nos quedamos en el ciclo de evaluación midiendo constantemente los aspectos por mejorar y aplicando acciones ágiles.
En todo momento, el pensamiento ágil debe estar en el corazón de las acciones que ejecutamos día a día para el mejoramiento continuo y debemos conocer profundamente el porqué de cada herramienta o de cada ceremonia antes de empezar a ejecutar la mayor cantidad de prácticas posibles.
En muchas ocasiones encontraremos dificultades implementando acciones pertinentes, pues no todos los integrantes tienen el pensamiento ágil: se encuentran en la zona de confort y prefieren seguir los manuales tradicionales en lugar de realizar pequeños experimentos.
De hecho, en muchos casos quieren disfrazar metodologías tradicionales con algunas prácticas ágiles. pero en la medida en que se vayan realizando estos pequeños experimentos tratando de impactar lo menos posible de forma negativa y evidenciando las grandes mejoras de esta práctica, esas personas se convencen de que los errores nos dejaron una ganancia tan grande que siempre vale la pena seguir afrontándolos de esa forma.
De igual manera pasa con los impedimentos o las restricciones del proyecto. Siempre desde el pensamiento ágil podemos abordar estos retos como si estuviéramos afrontando una historia de usuario por partes y reduciéndola poco a poco.
Las mismas actividades del día a día y las nuevas acciones ágiles cada vez nos plantean nuevos retos, pero la solución en la mayoría de los casos se encuentra en el pensamiento ágil, no en las herramientas ni en las metodologías.